< "Queer -- Raro"
Sherwood Anderson (1876–1941).  Winesburg, Ohio.  1919.
Queer -- Raro
Edición bilingüe, inglés-español, de Miguel Garci-Gomez
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“Queer”

«RARO»

FROM his seat on a box in the rough board shed that stuck like a burr on the rear of Cowley & Son’s store in Winesburg, Elmer Cowley, the junior member of the firm, could see through a dirty window into the printshop of the Winesburg Eagle. Elmer was putting new shoelaces in his shoes. They did not go in readily and he had to take the shoes off. With the shoes in his hand he sat looking at a large hole in the heel of one of his stockings. Then looking quickly up he saw George Willard, the only newspaper reporter in Winesburg, standing at the back door of the Eagle printshop and staring absentmindedly about. “Well, well, what next!” exclaimed the young man with the shoes in his hand, jumping to his feet and creeping away from the window. DESDE la caja donde estaba sentado en el tosco cobertizo de madera que asomaba como una rebaba de la parte trasera de la tienda de Cowley & Sons en Winesburg, Elmer Cowley, el miembro más joven de la empresa, podía ver, a través de la sucia ventana, el interior de la imprenta del Winesburg Eagle. Elmer estaba cambiando los cordones de sus zapatos. No pasaban con facilidad y tuvo que descalzarse. Con los zapatos en la mano, se quedó mirando un agujero en el talón de uno de sus calcetines. Luego alzó rápidamente la mirada y vio a George Willard, el único reportero del periódico de Winesburg, que estaba plantado con expresión ausente junto a la puerta trasera de la imprenta del Eagle. «Caramba, ¡hasta ahí podíamos llegar!», exclamó el joven con los zapatos en la mano, al tiempo que se ponía en pie de un salto y se apartaba de la ventana.
 A flush crept into Elmer Cowley’s face and his hands began to tremble. In Cowley & Son’s store a Jewish traveling salesman stood by the counter talking to his father. He imagined the reporter could hear what was being said and the thought made him furious. With one of the shoes still held in his hand he stood in a corner of the shed and stamped with a stockinged foot upon the board floor. Elmer Cowley se ruborizó y las manos le temblaron. En la tienda de Cowley & Son’s, un viajante de comercio judío estaba hablando con su padre junto al mostrador. Imaginó que el periodista podía oír lo que estaban diciendo y eso lo puso furioso. Con uno de los zapatos todavía en la mano se plantó en un rincón del cobertizo y dio una patada con el pie descalzo en el entarimado.
 Cowley & Son’s store did not face the main street of Winesburg. The front was on Maumee Street and beyond it was Voight’s wagon shop and a shed for the sheltering of farmers’ horses. Beside the store an alleyway ran behind the main street stores and all day drays and delivery wagons, intent on bringing in and taking out goods, passed up and down. The store itself was indescribable. Will Henderson once said of it that it sold everything and nothing. In the window facing Maumee Street stood a chunk of coal as large as an apple barrel, to indicate that orders for coal were taken, and beside the black mass of the coal stood three combs of honey grown brown and dirty in their wooden frames. La tienda de Cowley & Son’s no estaba en la calle Mayor de Winesburg. La fachada principal daba a la calle Maumee y, un poco más adelante, se encontraba el almacén de carruajes de Voight y un cobertizo para guardar las herraduras de las caballerías. Junto al almacén había un callejón que discurría por detrás de los almacenes de la calle Mayor y que los carros y carretas de reparto recorrían a diario para entregar y recoger mercancías. La tienda era casi indescriptible. Una vez Will Henderson dijo de ella que allí se vendía de todo y de nada. En la ventana que daba a Maumee Street había un trozo de carbón tan grande como un barril de manzanas, para indicar que se aceptaban encargos, y junto al negro bloque había tres panales de abeja sucios y parduzcos en sus marcos de madera.
 The honey had stood in the store window for six months. It was for sale as were also the coat hangers, patent suspender buttons, cans of roof paint, bottles of rheumatism cure, and a substitute for coffee that companioned the honey in its patient willingness to serve the public. La miel llevaba en el escaparate más de seis meses. Estaba a la venta, igual que las perchas, los remaches para tirantes, las latas de pintura para tejados, las botellas de remedios para el reumatismo y un sucedáneo de café que acompañaba pacientemente a la miel a la espera de comprador.
 Ebenezer Cowley, the man who stood in the store listening to the eager patter of words that fell from the lips of the traveling man, was tall and lean and looked unwashed. On his scrawny neck was a large wen partially covered by a grey beard. He wore a long Prince Albert coat. The coat had been purchased to serve as a wedding garment. Before he became a merchant Ebenezer was a farmer and after his marriage he wore the Prince Albert coat to church on Sundays and on Saturday afternoons when he came into town to trade. When he sold the farm to become a merchant he wore the coat constantly. It had become brown with age and was covered with grease spots, but in it Ebenezer always felt dressed up and ready for the day in town. Ebenezer Cowley, el hombre que escuchaba en la tienda las ansiosas palabras que salían de los labios del viajante, era alto y delgado y tenía aspecto desaseado. En su cuello flacucho había un enorme quiste cubierto en parte por una barba gris. Vestía un largo abrigo Príncipe Alberto, que había comprado para utilizarlo el día de su boda. Antes de hacerse tendero, Ebenezer había sido granjero y, después de la boda, había llevado el abrigo Príncipe Alberto los domingos, cuando iba a la iglesia, y los sábados por la tarde cuando iba a trabajar a la tienda. Desde que vendió la granja para hacerse tendero, vistió el abrigo a diario. Se había vuelto marrón por el uso y estaba cubierto de lamparones de grasa, pero Ebenezer se sentía cómodo con él y creía ir bien vestido para pasar el día en el pueblo.
 As a merchant Ebenezer was not happily placed in life and he had not been happily placed as a farmer. Still he existed. His family, consisting of a daughter named Mabel and the son, lived with him in rooms above the store and it did not cost them much to live. His troubles were not financial. His unhappiness as a merchant lay in the fact that when a traveling man with wares to be sold came in at the front door he was afraid. Behind the counter he stood shaking his head. He was afraid, first that he would stubbornly refuse to buy and thus lose the opportunity to sell again; second that he would not be stubborn enough and would in a moment of weakness buy what could not be sold. Como tendero, Ebenezer no estaba bien situado en la vida y tampoco lo había estado como granjero. Pero, se las arreglaba para ir tirando. Su familia, formada por su hija Mabel y su hijo, vivía con él en las habitaciones que había encima de la tienda y subsistía de forma bastante económica. Sus problemas no eran de dinero. Su desdicha como tendero residía en el hecho de que, cada vez que un viajante con mercancías aparecía en la puerta de la tienda, le entraba miedo. Se quedaba detrás del mostrador moviendo la cabeza. En primer lugar, temía negarse obstinadamente a comprar, y perder así la oportunidad de vender; y en segundo, temía no ser lo bastante obstinado y comprar alguna cosa que luego no pudiera vender.
 In the store on the morning when Elmer Cowley saw George Willard standing and apparently listening at the back door of the Eagle printshop, a situation had arisen that always stirred the son’s wrath. The traveling man talked and Ebenezer listened, his whole figure expressing uncertainty. “You see how quickly it is done,” said the traveling man, who had for sale a small flat metal substitute for collar buttons. With one hand he quickly unfastened a collar from his shirt and then fastened it on again. He assumed a flattering wheedling tone. “I tell you what, men have come to the end of all this fooling with collar buttons and you are the man to make money out of the change that is coming. I am offering you the exclusive agency for this town. Take twenty dozen of these fasteners and I’ll not visit any other store. I’ll leave the field to you.” En la tienda, la mañana en que Elmer Cowley vio a George Willard plantado, y aparentemente escuchando, junto la puerta trasera de la imprenta del Eagle, se había producido una situación que siempre despertaba la cólera del hijo. El viajante hablaba y Ebenezer escuchaba, toda su figura traslucía inseguridad. —Ya verá qué sencillo es—decía el viajante, que era representante de unos pequeños sustitutos metálicos de los botones del cuello de la camisa. Con una mano se desabrochó el cuello y luego volvió a abrochárselo. Luego adoptó un tono adulador y lisonjero—. Ya lo verá usted. La gente acabará hartándose de tener que abrocharse el cuello y será usted quién se aproveche del cambio. Le ofrezco la exclusiva para este pueblo. Cómpreme veinte docenas de cierres y no iré a ninguna otra tienda. Le dejaré el campo libre.
 The traveling man leaned over the counter and tapped with his finger on Ebenezer’s breast. “It’s an opportunity and I want you to take it,” he urged. “A friend of mine told me about you. ‘See that man Cowley,’ he said. ‘He’s a live one.’” —El viajante se inclinó sobre el mostrador y le dio a Ebenezer unos golpecitos en el pecho con el dedo—. Es una oportunidad y quiero que la aproveche—le apremió—. Un amigo me habló de usted. Ve a ver a ese Cowley, me dijo, es un tipo listo.
 The traveling man paused and waited. Taking a book from his pocket he began writing out the order. Still holding the shoe in his hand Elmer Cowley went through the store, past the two absorbed men, to a glass showcase near the front door. He took a cheap revolver from the case and began to wave it about. “You get out of here!” he shrieked. “We don’t want any collar fasteners here.” An idea came to him. “Mind, I’m not making any threat,” he added. “I don’t say I’ll shoot. Maybe I just took this gun out of the case to look at it. But you better get out. Yes sir, I’ll say that. You better grab up your things and get out.” El viajante hizo una pausa y esperó. Sacó un cuaderno del bolsillo y empezó a anotar el pedido. Todavía con el zapato en la mano, Elmer Cowley atravesó la tienda, pasó junto a los dos hombres, que seguían ensimismados, y llegó a una vitrina que había junto a la puerta principal. Sacó un revólver barato de la vitrina y le apuntó con él. —¡Largo de aquí!—gritó—. Aquí no queremos sus dichosos cierres.—De pronto se le ocurrió una idea—. Y tenga usted en cuenta que no le estoy amenazando—añadió—. No estoy diciendo que vaya a disparar. Es posible que sólo haya sacado el revólver para echarle un vistazo. Pero será mejor que se vaya. Sí, señor, eso es. Es mejor que recoja sus cosas y se largue.
 The young storekeeper’s voice rose to a scream and going behind the counter he began to advance upon the two men. “We’re through being fools here!” he cried. “We ain’t going to buy any more stuff until we begin to sell. We ain’t going to keep on being queer and have folks staring and listening. You get out of here!” —La voz del joven tendero se alzó hasta convertirse en un chillido, pasó detrás del mostrador y se acercó a los dos hombres—. ¡Estamos hartos de tomaduras de pelo! —gritó—. No compraremos nada hasta que empecemos a vender. No vamos a seguir siendo unos tipos raros a los que todo el mundo mira y escucha a hurtadillas. ¡Largo de aquí!
 The traveling man left. Raking the samples of collar fasteners off the counter into a black leather bag, he ran. He was a small man and very bow-legged and he ran awkwardly. The black bag caught against the door and he stumbled and fell. “Crazy, that’s what he is—crazy!” he sputtered as he arose from the sidewalk and hurried away. El viajante se marchó. Metió apresuradamente las muestras de cierres que había sobre el mostrador en una bolsa de cuero negro y salió corriendo. Era un hombrecillo patizambo y corría de un modo muy raro. La bolsa negra se enganchó en la puerta y le hizo tropezar. —Esta usted loco, sí señor..., ¡loco!—balbució mientras se levantaba de la acera y se alejaba de allí a toda prisa.
 In the store Elmer Cowley and his father stared at each other. Now that the immediate object of his wrath had fled, the younger man was embarrassed. “Well, I meant it. I think we’ve been queer long enough,” he declared, going to the showcase and replacing the revolver. Sitting on a barrel he pulled on and fastened the shoe he had been holding in his hand. He was waiting for some word of understanding from his father but when Ebenezer spoke his words only served to reawaken the wrath in the son and the young man ran out of the store without replying. Scratching his grey beard with his long dirty fingers, the merchant looked at his son with the same wavering uncertain stare with which he had confronted the traveling man. “I’ll be starched,” he said softly. “Well, well, I’ll be washed and ironed and starched!” En la tienda, Elmer Cowley y su padre se miraron. Ahora que el objeto inmediato de su cólera se había ido, el joven se azoró. —En fin, lo decía en serio. Creo que ya va siendo hora de que dejemos de ser los bichos raros del pueblo—declaró mientras volvía a la vitrina y dejaba el revólver en su sitio. Sentado en un barril, se ató el zapato que llevaba en la mano. Estaba esperando una palabra de comprensión de su padre, pero cuando Ebenezer habló, lo que dijo sólo sirvió para reavivar la cólera del hijo y el joven se fue de la tienda sin responderle. El tendero se rascó la barba gris con los dedos largos y sucios, miró a su hijo con la misma mirada vacilante con que se había enfrentado al viajante y dijo en voz baja: «Vaya, vaya... ¡Que me aspen y me cuelguen!».
 Elmer Cowley went out of Winesburg and along a country road that paralleled the railroad track. He did not know where he was going or what he was going to do. In the shelter of a deep cut where the road, after turning sharply to the right, dipped under the tracks he stopped and the passion that had been the cause of his outburst in the store began to again find expression. “I will not be queer—one to be looked at and listened to,” he declared aloud. “I’ll be like other people. I’ll show that George Willard. He’ll find out. I’ll show him!” Elmer Cowley salió de Winesburg y siguió por un camino rural que discurría paralelo a la vía del tren. No sabía adonde se dirigía ni lo que iba a hacer. Al resguardo de un terraplén donde el camino giraba bruscamente a la derecha y quedaba por debajo de la vía, se detuvo y volvió a dar salida a la rabia que había producido su estallido en la tienda. «No pienso ser el raro..., al que todos miran y espían—gritó en voz alta—. Seré como los demás. Se va a enterar ese George Willard. Ya lo verá. ¡Yo le enseñaré!».
 The distraught young man stood in the middle of the road and glared back at the town. He did not know the reporter George Willard and had no special feeling concerning the tall boy who ran about town gathering the town news. The reporter had merely come, by his presence in the office and in the printshop of the Winesburg Eagle, to stand for something in the young merchant’s mind. He thought the boy who passed and re-passed Cowley & Son’s store and who stopped to talk to people in the street must be thinking of him and perhaps laughing at him. George Willard, he felt, belonged to the town, typified the town, represented in his person the spirit of the town. Elmer Cowley could not have believed that George Willard had also his days of unhappiness, that vague hungers and secret unnamable desires visited also his mind. Did he not represent public opinion and had not the public opinion of Winesburg condemned the Cowleys to queerness? Did he not walk whistling and laughing through Main Street? Might not one by striking his person strike also the greater enemy—the thing that smiled and went its own way—the judgment of Winesburg? El joven, trastornado, se quedó en medio del camino y echó una mirada iracunda hacia el pueblo. No conocía al periodista George Willard y no sentía antipatía por aquel chico alto que iba por el pueblo recopilando las noticias locales. El reportero se había convertido, por su mera presencia en las oficinas y la imprenta del Winesburg Eagle, en algo que hacía tiempo que le rondaba por la cabeza al joven tendero. Pensaba que el muchacho que pasaba una y otra vez por delante de la tienda de Cowley & Sons debía de estar pensando en él y tal vez burlándose. Sentía que George Willard formaba parte de aquel pueblo, y que simbolizaba y representaba su espíritu. Elmer Cowley no habría creído que George Willard también tenía sus días malos y que lo dominaban vagas ansias y deseos secretos e innombrables. ¿Acaso no representaba a la opinión pública? ¿Y no había condenado la opinión pública a los Cowley a ser unos bichos raros? ¿No se paseaba por la calle Mayor silbando y riendo? ¿Y no se podría, al golpearlo a él, golpear al enemigo mayor..., ese que sonreía y se salía siempre con la suya..., la opinión pública de Winesburg?
 Elmer Cowley was extraordinarily tall and his arms were long and powerful. His hair, his eyebrows, and the downy beard that had begun to grow upon his chin, were pale almost to whiteness. His teeth protruded from between his lips and his eyes were blue with the colorless blueness of the marbles called “aggies” that the boys of Winesburg carried in their pockets. Elmer had lived in Winesburg for a year and had made no friends. He was, he felt, one condemned to go through life without friends and he hated the thought. Elmer Cowley era muy alto y tenía brazos largos y fuertes. Su pelo, sus cejas y la barba incipiente que había empezado a crecerle en la barbilla, eran de color tan pálido que casi rozaba la blancura. Los dientes le asomaban entre los labios y tenía los ojos azules con ese matiz incoloro de las canicas de ágata que los niños de Winesburg llevan en los bolsillos. Elmer llevaba un año en Winesburg y no había hecho ningún amigo. Tenía la sensación de estar condenado a pasar por la vida sin amigos y la idea le parecía odiosa.
 Sullenly the tall young man tramped along the road with his hands stuffed into his trouser pockets. The day was cold with a raw wind, but presently the sun began to shine and the road became soft and muddy. The tops of the ridges of frozen mud that formed the road began to melt and the mud clung to Elmer’s shoes. His feet became cold. When he had gone several miles he turned off the road, crossed a field and entered a wood. In the wood he gathered sticks to build a fire, by which he sat trying to warm himself, miserable in body and in mind. El joven siguió andando por el camino con las manos en los bolsillos del pantalón. El día era frío y soplaba viento, pero pronto salió el sol y el camino se volvió blando y fangoso. Las crestas de las roderas de barro helado empezaron a derretirse y el fango se le pegaba a Elmer en los zapatos. Se le enfriaron los pies. Al cabo de varios kilómetros, se salió del camino, atravesó un campo y entró en un bosque. Allí recogió ramas para encender un fuego y se sentó junto a él para calentarse, desolado en cuerpo y alma.
 For two hours he sat on the log by the fire and then, arising and creeping cautiously through a mass of underbrush, he went to a fence and looked across fields to a small farmhouse surrounded by low sheds. A smile came to his lips and he began making motions with his long arms to a man who was husking corn in one of the fields. Pasó dos horas sentado en un tronco junto al fuego, luego se levantó y, deslizándose a hurtadillas entre la maleza, llegó a una valla y observó a través de los campos una pequeña granja rodeada de varios cobertizos. Esbozó una sonrisa y empezó a hacer gestos con los largos brazos para llamar la atención de un hombre que estaba deshojando maíz en uno de los campos.
 In his hour of misery the young merchant had returned to the farm where he had lived through boyhood and where there was another human being to whom he felt he could explain himself. The man on the farm was a half-witted old fellow named Mook. He had once been employed by Ebenezer Cowley and had stayed on the farm when it was sold. The old man lived in one of the unpainted sheds back of the farmhouse and puttered about all day in the fields. En aquel momento de desesperación, el joven tendero había vuelto a la granja donde había pasado su infancia y donde había otro ser humano a quien pensó que podría explicarle sus problemas. El hombre de la granja era un tipo medio retrasado llamado Mook. Había trabajado como empleado para Ebenezer Cowley y se había quedado en la granja cuando la vendieron. El anciano vivía en uno de los cobertizos sin pintar que había detrás de la granja y pasaba el día haciendo chapuzas en los campos.
 Mook the half-wit lived happily. With childlike faith he believed in the intelligence of the animals that lived in the sheds with him, and when he was lonely held long conversations with the cows, the pigs, and even with the chickens that ran about the barnyard. He it was who had put the expression regarding being “laundered” into the mouth of his former employer. When excited or surprised by anything he smiled vaguely and muttered: “I’ll be washed and ironed. Well, well, I’ll be washed and ironed and starched.” Mook, el retrasado, vivía feliz. Creía con una fe infantil en la inteligencia de los animales que vivían con él en el cobertizo y, cuando se sentía solo, sostenía largas conversaciones con las vacas, los cerdos e incluso los pollos que corrían por el patio del granero. Era él quien le había contagiado a su antiguo patrón la expresión «que me aspen». Cuando algo le sorprendía o excitaba, esbozaba una vaga sonrisa y murmuraba: «Que me aspen y me cuelguen. Vaya, vaya, que me aspen y me cuelguen».
 When the half-witted old man left his husking of corn and came into the wood to meet Elmer Cowley, he was neither surprised nor especially interested in the sudden appearance of the young man. His feet also were cold and he sat on the log by the fire, grateful for the warmth and apparently indifferent to what Elmer had to say. Cuando el anciano retrasado dejó de deshojar maíz y acudió al bosque para encontrarse con Elmer Cowley, no pareció sorprendido, ni siquiera interesado, por la inesperada aparición del joven. El también tenía los pies fríos y se sentó en el tronco junto al fuego, agradecido por el calor y aparentemente indiferente a lo que Elmer tuviera que decir.
 Elmer talked earnestly and with great freedom, walking up and down and waving his arms about. “You don’t understand what’s the matter with me so of course you don’t care,” he declared. “With me it’s different. Look how it has always been with me. Father is queer and mother was queer, too. Even the clothes mother used to wear were not like other people’s clothes, and look at that coat in which father goes about there in town, thinking he’s dressed up, too. Why don’t he get a new one? It wouldn’t cost much. I’ll tell you why. Father doesn’t know and when mother was alive she didn’t know either. Mabel is different. She knows but she won’t say anything. I will, though. I’m not going to be stared at any longer. Why look here, Mook, father doesn’t know that his store there in town is just a queer jumble, that he’ll never sell the stuff he buys. He knows nothing about it. Sometimes he’s a little worried that trade doesn’t come and then he goes and buys something else. In the evenings he sits by the fire upstairs and says trade will come after a while. He isn’t worried. He’s queer. He doesn’t know enough to be worried.” Elmer le habló con mucha seriedad y libertad, yendo de aquí para allá y agitando los brazos. «No entiendes lo que me pasa y por eso te trae sin cuidado—afirmó—. Mi caso es diferente. Mira cómo me han ido siempre las cosas. Mi padre es un bicho raro y mi madre también lo era. Incluso la ropa que vestía era distinta de la de los demás, y fíjate en ese abrigo con el que se pasea mi padre por el pueblo, y encima se cree que va muy bien vestido. ¿Por qué no se compra uno nuevo? No le costaría nada. Te diré por qué. Mi padre no se da cuenta y mi madre tampoco se daba cuenta cuando estaba viva. Mabel es diferente. Ella se percata de todo, pero no lo dice. Yo sí lo haré. Estoy harto de que me miren. Mira, Mook, mi padre no sabe que su negocio es un amasijo de cosas raras y que nunca venderá nada de lo que compra. No tiene ni idea. A veces le inquieta que no vayan clientes y compra alguna cosa más. Por las tardes, se sienta delante del fuego en el piso de arriba y dice que pronto empezaremos a tener clientes. No se preocupa. Es un bicho raro. No es lo bastante consciente para preocuparse».
 The excited young man became more excited. “He don’t know but I know,” he shouted, stopping to gaze down into the dumb, unresponsive face of the half-wit. “I know too well. I can’t stand it. When we lived out here it was different. I worked and at night I went to bed and slept. I wasn’t always seeing people and thinking as I am now. In the evening, there in town, I go to the post office or to the depot to see the train come in, and no one says anything to me. Everyone stands around and laughs and they talk but they say nothing to me. Then I feel so queer that I can’t talk either. I go away. I don’t say anything. I can’t.” El joven se exaltó aún más. «El no se da cuenta, pero yo sí—gritó, haciendo una pausa para contemplar el rostro mudo e inexpresivo del idiota—. Yo me doy perfecta cuenta de todo. No lo soporto. Cuando vivíamos aquí era distinto. Trabajaba y por la noche me iba a dormir. No me pasaba el día viendo a gente y pensando, como hago ahora. Por las tardes, allí, en el pueblo, voy a la oficina de correos o a la estación para ver llegar el tren, y nadie me dirige la palabra. Todos siguen ahí hablando y riendo, pero nadie me dice nada. Y yo me siento tan raro que tampoco se me ocurre decir nada. Me voy. Sin decir palabra. Soy incapaz.
 The fury of the young man became uncontrollable. “I won’t stand it,” he yelled, looking up at the bare branches of the trees. “I’m not made to stand it.” La furia del joven se volvió incontrolable. «No pienso tolerarlo—aulló alzando la vista hacia las ramas desnudas de los árboles—. No estoy hecho para soportar este tipo de cosas».
 Maddened by the dull face of the man on the log by the fire, Elmer turned and glared at him as he had glared back along the road at the town of Winesburg. “Go on back to work,” he screamed. “What good does it do me to talk to you?” A thought came to him and his voice dropped. “I’m a coward too, eh?” he muttered. “Do you know why I came clear out here afoot? I had to tell someone and you were the only one I could tell. I hunted out another queer one, you see. I ran away, that’s what I did. I couldn’t stand up to someone like that George Willard. I had to come to you. I ought to tell him and I will.” Enloquecido por la expresión obtusa del hombre que estaba sentado en el tronco junto al fuego, Elmer se volvió hacia él y le echó una mirada iracunda idéntica a la que había dedicado antes al pueblo de Winesburg. «¡Vuelve al trabajo!—chilló—. ¿Qué hago aquí hablando contigo?— De pronto se le ocurrió una idea y bajó la voz—. Crees que soy un cobarde, ¿eh?—murmuró—. ¿Sabes por qué he venido hasta aquí a pie? Tenía que hablar con alguien y tú eres el único a quien podía contárselo. Necesitaba hablar con otro bicho raro. Salí huyendo, sí señor. No podía resistir cruzarme con alguien como ese George Willard. Tenía que venir a verte. Pero es a él a quien tendría que habérselo dicho. Y lo haré».
 Again his voice arose to a shout and his arms flew about. “I will tell him. I won’t be queer. I don’t care what they think. I won’t stand it.” Nuevamente, su voz se convirtió en un grito y empezó a agitar los brazos. «Se lo diré. No seguiré siendo un bicho raro. Que piensen lo que quieran. No lo toleraré».
 Elmer Cowley ran out of the woods leaving the half-wit sitting on the log before the fire. Presently the old man arose and climbing over the fence went back to his work in the corn. “I’ll be washed and ironed and starched,” he declared. “Well, well, I’ll be washed and ironed.” Mook was interested. He went along a lane to a field where two cows stood nibbling at a straw stack. “Elmer was here,” he said to the cows. “Elmer is crazy. You better get behind the stack where he don’t see you. He’ll hurt someone yet, Elmer will.” Elmer Cowley se fue corriendo del bosque dejando al retrasado sentado en el tronco junto al fuego. Enseguida el anciano se puso en pie, saltó la valla y siguió deshojando el maíz. «Que me aspen y me cuelguen—afirmó—. Vaya, vaya, que me aspen y que me cuelguen». Mook parecía interesado. Fue por un sendero hasta un campo vecino donde había dos vacas mordisqueando una bala de paja. «Ha venido Elmer—les dijo a las vacas—. Está loco. Será mejor que os metáis detrás de las balas de paja, donde nadie os vea. Es capaz de hacerle daño a alguien».
 At eight o’clock that evening Elmer Cowley put his head in at the front door of the office of the Winesburg Eagle where George Willard sat writing. His cap was pulled down over his eyes and a sullen determined look was on his face. “You come on outside with me,” he said, stepping in and closing the door. He kept his hand on the knob as though prepared to resist anyone else coming in. “You just come along outside. I want to see you.” A las ocho de la tarde, Elmer Cowley asomó la cabeza por la puerta principal de las oficinas del Winesburg Eagle, donde George Willard estaba sentado a su escritorio. Llevaba la gorra calada hasta los ojos y en su rostro había una expresión hosca y decidida. «Sal un momento—dijo entrando y cerrando la puerta tras él. Dejó la mano en el pomo de la puerta, como si quisiera impedir que entrara nadie más—. Sal ahí un momento. Quiero hablar contigo».
 George Willard and Elmer Cowley walked through the main street of Winesburg. The night was cold and George Willard had on a new overcoat and looked very spruce and dressed up. He thrust his hands into the overcoat pockets and looked inquiringly at his companion. He had long been wanting to make friends with the young merchant and find out what was in his mind. Now he thought he saw a chance and was delighted. “I wonder what he’s up to? Perhaps he thinks he has a piece of news for the paper. It can’t be a fire because I haven’t heard the fire bell and there isn’t anyone running,” he thought. George Willard y Elmer Cowley anduvieron por la calle Mayor de Winesburg. La noche era fría y George Willard llevaba un abrigo nuevo e iba muy elegante y bien vestido. Metió las manos en los bolsillos del abrigo y miró a su acompañante con curiosidad. Hacía mucho tiempo que quería conocer al joven tendero y averiguar qué le rondaba por la cabeza. Ahora le pareció ver una oportunidad y estaba encantado con la idea. «Quisiera saber qué es lo que quiere. Tal vez crea tener alguna noticia para el periódico. Aunque no puede tratarse de un incendio, porque no he oído tocar la campana y no veo a nadie corriendo», pensó.
 In the main street of Winesburg, on the cold November evening, but few citizens appeared and these hurried along bent on getting to the stove at the back of some store. The windows of the stores were frosted and the wind rattled the tin sign that hung over the entrance to the stairway leading to Doctor Welling’s office. Before Hern’s Grocery a basket of apples and a rack filled with new brooms stood on the sidewalk. Elmer Cowley stopped and stood facing George Willard. He tried to talk and his arms began to pump up and down. His face worked spasmodically. He seemed about to shout. “Oh, you go on back,” he cried. “Don’t stay out here with me. I ain’t got anything to tell you. I don’t want to see you at all.” Aquella fría tarde de noviembre, en la calle Mayor de Winesburg no había más que algunos transeúntes que se apresuraban camino de la estufa de la trastienda de algún almacén. Los escaparates de las tiendas estaban cubiertos de escarcha y el viento agitaba el cartel que colgaba sobre la entrada de las escaleras que conducían a la consulta del doctor Welling. Delante de la verdulería de Hern había una cesta llena de manzanas y un estante repleto de escobas nuevas. Elmer Cowley se detuvo y miró fijamente a George Willard. Trató de hablar y empezó a agitar los brazos arriba y abajo. Su rostro se contrajo espasmódicamente. Parecía a punto de gritar. «¡Oh!, lárgate—chilló—. No te quedes aquí conmigo. No tengo nada que decirte. No quiero ni verte».
 For three hours the distracted young merchant wandered through the resident streets of Winesburg blind with anger, brought on by his failure to declare his determination not to be queer. Bitterly the sense of defeat settled upon him and he wanted to weep. After the hours of futile sputtering at nothingness that had occupied the afternoon and his failure in the presence of the young reporter, he thought he could see no hope of a future for himself. El joven tendero estuvo tres horas deambulando muy alterado por las calles residenciales de Winesburg, ciego de ira y frustración por no haber sido capaz de expresar su determinación de no seguir siendo un bicho raro. Lo fue dominando una amarga sensación de derrota y le entraron ganas de llorar. Después de las horas desperdiciadas aquella tarde y de su fracaso en presencia del periodista no creía tener ningún futuro por delante.
 And then a new idea dawned for him. In the darkness that surrounded him he began to see a light. Going to the now darkened store, where Cowley & Son had for over a year waited vainly for trade to come, he crept stealthily in and felt about in a barrel that stood by the stove at the rear. In the barrel beneath shavings lay a tin box containing Cowley & Son’s cash. Every evening Ebenezer Cowley put the box in the barrel when he closed the store and went upstairs to bed. “They wouldn’t never think of a careless place like that,” he told himself, thinking of robbers. Y, de pronto, se le ocurrió una nueva idea. Le pareció distinguir una luz en medio de la oscuridad que lo rodeaba. Volvió a la tienda, que ahora estaba a oscuras, donde Cowley & Son habían pasado casi un año esperando en vano la llegada de los clientes, se coló a hurtadillas y palpó un barril que había junto a la estufa en la trastienda. En el barril, debajo de unas virutas de madera, había una lata con el dinero de Cowley & Sons. Cada noche, Ebenezer Cowley introducía la caja en el barril después de cerrar la tienda y subía a meterse en la cama. «Nunca se les ocurrirá mirar aquí», se decía, pensando en los ladrones.
 Elmer took twenty dollars, two ten-dollar bills, from the little roll containing perhaps four hundred dollars, the cash left from the sale of the farm. Then replacing the box beneath the shavings he went quietly out at the front door and walked again in the streets. Elmer cogió veinte dólares—dos billetes de diez—del fajo cuyo valor total debía de ascender tal vez a unos cuatrocientos, lo poco que les quedaba de la venta de la granja. Luego volvió a meter la caja debajo de las virutas y salió a la calle.
 The idea that he thought might put an end to all of his unhappiness was very simple. “I will get out of here, run away from home,” he told himself. He knew that a local freight train passed through Winesburg at midnight and went on to Cleveland, where it arrived at dawn. He would steal a ride on the local and when he got to Cleveland would lose himself in the crowds there. He would get work in some shop and become friends with the other workmen and would be indistinguishable. Then he could talk and laugh. He would no longer be queer and would make friends. Life would begin to have warmth and meaning for him as it had for others. La idea que pensó que podría poner fin a todas sus desdichas era muy sencilla. «Me iré de aquí, huiré de casa», se dijo. Sabía que había un tren de mercancías que pasaba por Winesburg a medianoche y seguía hasta Cleveland, donde llegaba al amanecer. Subiría al tren sin que nadie se diese cuenta y, cuando llegara a Cleveland, se perdería entre la multitud. Conseguiría trabajo en alguna tienda y trabaría amistad con los demás empleados. Poco a poco sería como los demás y se volvería indistinguible. Entonces hablaría y reiría. Ya no sería un bicho raro y podría hacer amigos. La vida empezaría a tener sentido para él igual que para los demás.
 The tall awkward young man, striding through the streets, laughed at himself because he had been angry and had been half afraid of George Willard. He decided he would have his talk with the young reporter before he left town, that he would tell him about things, perhaps challenge him, challenge all of Winesburg through him. Mientras andaba por las calles, el joven alto y desgarbado se rió de sí mismo por haberse enfadado y dejado impresionar por George Willard. Decidió tener una charla con el joven periodista antes de marcharse del pueblo y decirle cuatro cosas, tal vez enfrentarse a él, enfrentarse a todo Winesburg a través de él.
 Aglow with new confidence Elmer went to the office of the New Willard House and pounded on the door. A sleep-eyed boy slept on a cot in the office. He received no salary but was fed at the hotel table and bore with pride the title of “night clerk.” Before the boy Elmer was bold, insistent. “You ’wake him up,” he commanded. “You tell him to come down by the depot. I got to see him and I’m going away on the local. Tell him to dress and come on down. I ain’t got much time.” Renovada su confianza, Elmer fue al despacho del New Willard House y llamó a la puerta. Un chico de ojos soñolientos dormía en un jergón dentro del despacho. No cobraba ningún sueldo, pero comía en el comedor del hotel y ostentaba con orgullo el título de «recepcionista nocturno». En presencia del muchacho, Elmer habló con decisión e insistencia. «Despiértale—ordenó—. Dile que vaya a la estación. Tengo que verle y voy a coger el tren. Dile que se vista y vaya a verme. No tengo mucho tiempo».
 The midnight local had finished its work in Winesburg and the trainsmen were coupling cars, swinging lanterns and preparing to resume their flight east. George Willard, rubbing his eyes and again wearing the new overcoat, ran down to the station platform afire with curiosity. “Well, here I am. What do you want? You’ve got something to tell me, eh?” he said. El tren había terminado de cargar las mercancías y los ferroviarios estaban enganchando los vagones, balanceando sus faroles y disponiéndolo todo para seguir el viaje hacia el este. George Willard, frotándose los ojos y embutido también ahora en su abrigo nuevo, corrió al andén de la estación ardiendo de curiosidad.
 Elmer tried to explain. He wet his lips with his tongue and looked at the train that had begun to groan and get under way. “Well, you see,” he began, and then lost control of his tongue. “I’ll be washed and ironed. I’ll be washed and ironed and starched,” he muttered half incoherently. —Bueno, aquí me tienes. ¿Qué es lo que quieres? Tienes algo que decirme, ¿no?—preguntó. Elmer trató de explicarse. Se humedeció los labios con la lengua y miró hacia el tren que empezaba a gemir y a moverse. —Bueno, verás—dijo, y luego perdió el control de su lengua—. Que me aspen y me ahorquen. Que me aspen y me ahorquen—murmuró casi con incoherencia.
 Elmer Cowley danced with fury beside the groaning train in the darkness on the station platform. Lights leaped into the air and bobbed up and down before his eyes. Taking the two ten-dollar bills from his pocket he thrust them into George Willard’s hand. “Take them,” he cried. “I don’t want them. Give them to father. I stole them.” With a snarl of rage he turned and his long arms began to flay the air. Like one struggling for release from hands that held him he struck out, hitting George Willard blow after blow on the breast, the neck, the mouth. The young reporter rolled over on the platform half unconscious, stunned by the terrific force of the blows. Springing aboard the passing train and running over the tops of cars, Elmer sprang down to a flat car and lying on his face looked back, trying to see the fallen man in the darkness. Pride surged up in him. “I showed him,” he cried. “I guess I showed him. I ain’t so queer. I guess I showed him I ain’t so queer.” Elmer Cowley danzó con furia junto al chirriante tren en la oscuridad del andén. Las luces se movían en el aire, arriba y abajo ante sus ojos. Sacó los dos billetes de diez del bolsillo y se los puso en la mano a George Willard—. Cógelos—gritó—. No los quiero. Dáselos a mi padre. Los he robado. —Con una mueca de rabia, dio media vuelta y sus largos brazos empezaron a batir en el aire. Como quien trata de librarse de alguien que lo está sujetando, golpeó a George Willard, una y otra vez, en el pecho, en el cuello y en la boca. El joven periodista rodó semiinconsciente sobre el andén, aturdido por la fuerza terrible de los golpes. Elmer saltó al pasar el tren y, avanzando sobre los vagones, llegó a una vagoneta descubierta, se tendió boca abajo y volvió la vista atrás, tratando de ver al hombre caído en la oscuridad. Se sintió lleno de orgullo—. Le he dado una buena lección—gritó—. Supongo que le habrá quedado claro. No soy un bicho raro. Le he dejado bien claro que no soy un bicho raro.